Los avances de la tecnología han permitido a los científicos de hoy día hacer relevantes descubrimientos a partir del estudio del nuestra genética y nuestro cerebro. Uno de los hallazgos más impactantes es la neurogenésis, o plasticidad del cerebro, la cual ha permitido descalificar a quienes una vez dijeron que el cerebro adulto era inmutable, fijo e incapaz de crecer. Como las características de nuestra personalidad y nuestros hábitos son “operados” por el cerebro, esta creencia nos llevó a decir: “la gente no cambia”, o en lenguaje más popular: “loro viejo no aprende a hablar”. Hoy, dos nuevas ciencias prueban lo contrario. La epigenética plantea que “no es la presencia sino la activa expresión de nuestros genes lo que nos hace ser como somos”. Si inculcas nuevos comportamientos y pensamientos, puedes cambiar tu destino genético, mitigando la expresión de ciertos genes y activando la expresión de otros. Estudios de Harvard demostraron que si las personas que poseen genes transportadores de serotonina cortos (los cuales son más susceptibles de sentir más estrés y ansiedad) practican 10-15 minutos de meditación diaria, con el tiempo pueden lograr que este gen esté menos activo y sentir menos estrés y tener un temperamento más calmado.
Por otro lado, la neurociencia nos dice que nuestro cerebro es plástico, es decir que las conexiones neuronales pueden re-formarse, que las neuronas pueden asumir nuevos roles y que nuevas neuronas crecen cada día. En un estudio de los taxistas de Londres descubrieron que la necesidad de aprenderse un mapa tan complejo ha provocado una protuberancia en el cerebro—que solo ellos tienen—en la que guardan el mapa de la ciudad y que los de más experiencia tienen una protuberancia mayor a los de menor experiencia. El cerebro se desarrolla para permitirnos aprender, cambiar y evolucionar. Nuestros hábitos son patrones o “caminos viejos” aprendidos y andados tantas veces que corren en auto-pilot. La ciencia de la neuroplasticidad nos dice que podemos, de forma consciente, alterar las rutas neuronales de nuestros comportamientos no deseados para cambiarnos a nosotros mismos. La ciencia nos dice que tenemos un cerebro plástico que podemos alterar. Y no requiere cirugía, sino consciencia. Y esa es gratis.